¿Alguna vez habéis estado frente a una tostada con queso crema y alguien ha preguntado, en voz baja y con gesto inquisitivo: “¿pero esto es queso de verdad?” No sabéis lo común que es esa duda. Y no, no es ninguna tontería. Porque, aunque el queso crema es habitual en nuestras cocinas, su textura blanda, su sabor suave y su aspecto casi de mousse nos despistan.
No se corta. No se madura. No huele como un camembert ni se funde como un manchego. Entonces… ¿es queso? La respuesta es sí. Pero como siempre que hablamos de cocina con un poco de intención, lo interesante no es solo el qué, sino el cómo y el por qué.
👉 ¿Qué es queso?
En España, y en toda la Unión Europea, la definición de ‘queso’ está perfectamente regulada. El Real Decreto 1113/2006, por ejemplo, establece que un queso es el producto obtenido por coagulación de leche (o sus derivados) mediante cuajo y/o fermentos lácticos, seguida de la separación parcial del suero.
Eso incluye desde los quesos curados de oveja hasta un queso fresco de cabra… y también al queso crema, queso de untar o crema de queso. Sí, aunque su textura nos desconcierte, el queso crema cumple con todas las condiciones técnicas para ser considerado queso, aunque con particularidades que lo distinguen de sus primos más secos, madurados o intensos.
Ahora bien, lo que muchas versiones comerciales actuales añaden al proceso tradicional son ingredientes funcionales como estabilizantes, espesantes o conservantes, que ayudan a mantener esa textura suave, cremosa y homogénea durante más tiempo. Algunos productos llevan más nata que leche, otros se someten a procesos térmicos o de homogeneización más avanzados. Pero en esencia, siguen naciendo del mismo proceso ancestral: leche + fermentos + cuajado.
📜 Un poco de historia
Aunque la idea de un queso fresco, blando y untable puede encontrarse en muchas culturas (desde el labneh del Mediterráneo hasta ciertos quesos alemanes), el queso crema moderno, tal como lo conocemos hoy, tiene raíces sorprendentemente estadounidenses.
La historia más citada lo atribuye a William Lawrence, un lechero de Chester, Nueva York, que en 1872 intentaba recrear un queso francés llamado Neufchâtel. Aquel queso es suave, pero más seco y madurado. Lawrence, buscando una textura más rica, añadió más nata de la cuenta y dio con una fórmula nueva: untuosa, fresca, sin maduración.
Unos años más tarde, un distribuidor de quesos llamado Alvah Reynolds decidió comercializar este nuevo queso bajo el nombre de ‘Philadelphia Brand Cream Cheese’. ¿Por qué Philadelphia, si el queso era de Nueva York? Porque en aquel momento, los productos lácteos de Pensilvania tenían una gran reputación de calidad. El golpe de marketing fue brillante: Hoy, ‘Philadelphia’ es sinónimo de queso crema en medio mundo.
🧪 ¿Cómo se elabora realmente?
El queso crema puede parecer sencillo, pero es un producto técnico. Sus ingredientes básicos son leche, nata y fermentos lácticos. Estos cultivos transforman la lactosa en ácido láctico, lo que provoca la coagulación de las proteínas (caseínas). Así se forma una masa blanda: la cuajada.
Luego se separa parte del suero mediante drenaje, filtración o centrifugado. El resultado es una pasta suave, que no se prensa ni madura. En versiones comerciales, se somete a homogeneización y enfriamiento controlado, y se pueden añadir gomas naturales (como guar, xantana o algarrobo) que estabilizan la textura y evitan que el agua se separe.
¿Es esto “menos queso”? En absoluto. Es un queso fresco, funcional, adaptado a las necesidades de conservación y consumo de hoy. ¿Pertenece a la categoría de queso fresco, fundido o para untar (aunque ésta no es una categoría oficial)? Aquí es donde surgen confusiones. Legalmente, el queso crema se considera un tipo de queso fresco, ya que no se madura, tiene alta humedad y se consume poco después de su elaboración.
Pero muchas versiones comerciales se etiquetan como ‘quesos fundidos para untar’, ¿por qué? Porque a menudo incluyen procesos térmicos y otros derivados lácteos. Según el Anexo II del Real Decreto 1113/2006, los quesos para untar pueden elaborarse a partir de queso, cuajada, nata o suero lácteo, y permiten cierto grado de transformación, fundido o mezcla con otros ingredientes autorizados. Es decir, si lleva cuajo, fermentos y leche, y pasa por coagulación láctica, es queso de pleno derecho, incluso si tiene gomas o se vende en tarrina.
🌿 El queso crema es nutritivo y saludable
Aunque tenga fama de ser menos queso que un manchego, el queso crema no es nutricionalmente irrelevante. Aporta proteínas, calcio y vitaminas liposolubles (como la A y la D), especialmente si está elaborado con leche entera. Eso sí, su contenido graso varía enormemente: hay versiones enteras, ligeras, sin lactosa o enriquecidas en proteína. Como siempre, leer la etiqueta es parte de cocinar con intención.
¿Entonces? Claro que es queso, la próxima vez que alguien dude en voz alta mientras unta una tostada o sirve una porción de tarta de queso con Philadelphia, puedes responder con total tranquilidad: sí, el queso crema es queso. Quizá no tenga corteza ni pase por una bodega de maduración. Pero nace de leche, se transforma con fermentos, se cuaja y nos acompaña en todo tipo de recetas. Y lo hace con historia, elegancia, suavidad… y mucho gusto.
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