Edamame exprés en microondas: cuando la pereza se encuentra con el placer
Te enseño a hacer que el edamame congelado del supermercado, se convierta en un aperitivo delicioso y saludable
En casa nos gusta cocinar. Nos gusta mucho. Pero también nos da pereza… a veces. Y curiosamente, la pereza no aparece frente a una masa madre, ni ante una lista de ingredientes exótica. No. Lo que nos da pereza —y no lo negamos— es poner agua a hervir y tener que esperar.
Nos pasa especialmente con esos ingredientes que asociamos con lo sencillo, lo cotidiano, como una bolsa de edamame congelado del supermercado. ¿Quién quiere esperar a que burbujee una olla sólo para cocer unas vainas de soja? En nuestra cocina, no.
Preferimos el atajo sabroso: microondas, recipiente de silicona, aceite de sésamo y sal. En cinco minutos están en la mesa, y lo mejor: no se ensucia nada.
El edamame, que no es otra cosa que la forma japonesa de servir la soja tierna cocida con sal, ha viajado desde las izakayas niponas hasta nuestros hogares con una facilidad sorprendente. Un alimento humilde, nutritivo, vegano y delicioso. En Corea, lo sirven con chile. En Japón, con sal marina y una cerveza helada. En casa, lo hacemos así:
Ingredientes
1 bolsa de edamame congelado (con vaina)
Sal en escamas o gruesa
Un chorrito de aceite de sésamo tostado
Para la salsa picante:
4 c/s de salsa de soja clara
1 c/s de vinagre de arroz o manzana
1 c/s de aceite de sésamo tostado
½ c/s de gochujang (o una salsa picante al gusto)
1 diente de ajo rallado
Semillas de sésamo tostado para terminar
Elaboración
Coloca el edamame congelado (sin descongelar) en un recipiente apto para microondas. Añade una pizca de sal y un chorrito de aceite de sésamo.
Cocina tapado durante 4-5 minutos a máxima potencia. Prueba uno: si el grano está tierno, están listos. Si no, añade un minuto más.
Mezcla todos los ingredientes de la salsa. Puedes servirla en un cuenco aparte para mojar las vainas o verterla directamente sobre los edamames y mezclar justo antes de servir.
✨ Cómo se disfrutan
El ritual es parte del placer: tomas la vaina con los dedos, la llevas a la boca y, con un pequeño gesto, extraes los granos mientras saboreas la piel salada, perfumada con sésamo y salseada. Son pequeños bocados que se comen sin prisa pero desaparecen volando.
Un aperitivo sencillo, saludable y adictivo que nos recuerda que, a veces, lo mejor de la cocina es justo lo que menos esfuerzo nos exige.
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